Amplia es la bibliografía y las noticias que han salido en este último tiempo en relación al impacto mental de la cuarentena. Y es que, si había algo que nadie esperaba, era una pandemia, mucho menos una que obligara al aislamiento.
Los especialistas han advertido las consecuencias serias de esta situación y del miedo a lo desconocido (el Coronavirus), atendiendo a que la única vacuna existente es incompatible con una sociedad tradicionalmente afectiva como la argentina. Además, han hablado sobre las implicancias en la salud psicológica de niños, adolescentes y adultos debido al aislamiento.
De acuerdo con Emmanuel Scatolon, licenciado en psicología por la UCA (Mat. 3114), esas implicancias pueden verse como estado emocionales, siendo más frecuentes la ansiedad, la angustia y la incertidumbre: “Si tenemos que hablar de un top ten de los estados emocionales que más se han observado durante la pandemia, se puede decir que, en primer lugar, lo que más se ha observado es la ansiedad generalizada producto de la ‘infodemia’ sobre los contagios y sobre una economía destruida. Todo eso va generando un estado de ansiedad que se va manifestando y va repercutiendo en los distintos estados de la vida. ¿Quién puede negar que no ha estado más irascible, más ansioso, que le ha costado conciliar el sueño? Nadie estaba preparado para esta situación particular que estamos viviendo y que afecta en los aspectos sociales, emocionales, personales, laborales, deportivos. Y en segundo y tercer lugar, las personas presentan angustia e incertidumbre vinculadas al plano de la economía y la salud”.
Así mismo, según el psicólogo, tales conductas emocionales se han observado con más habitualidad en adolescentes, resultando preocupante para los especialistas: “El adolescente sufre mucho más que el adulto la situación actual de pandemia, ya que suele encontrar a sus amigos como su familia, como su apoyo, como su contención. No es como el niño que sigue identificando su refugio en la familia. Ese adolescente que hacía deporte, que iba a la escuela, que salía, que se juntaba con sus amigos y se apoyaba en ellos se siente colapsado por esta situación. Por más que tengan redes sociales, por más que existan las video-llamadas, nunca es lo mismo que el encuentro cara a cara, que ese compartir afectivo, y eso el adolescente lo sufre más”.
Lo alarmante, de acuerdo al profesional, está en el riesgo de no atender a tiempo y con un correcto abordaje esas emociones, desembocando estas en trastornos. Por ello, pidió prestar atención a los adolescentes y su manera de actuar, indicando que si un aspecto que no era normal o constante de esa persona se hace habitual “está pasando algo”: “Si alguien está teniendo problemas para dormir, si está comiendo de manera desmedida, si de golpe deja de hacer deporte o alguna actividad, si su estado anímico cambia, es muy volátil, está manifestando síntomas de que algo no anda bien. Y acá lo correcto, y lo que no todos hacemos lamentablemente, es buscar ayuda. Siempre digo que hay otro con quien estamos en contacto y que son los mejores expositores que nos dicen cómo somos nosotros”.
Los trastornos en los que podrían derivar tales emociones, según Scatalón, son:
- Trastornos de ansiedad
- Trastornos de depresión
- Trastornos del sueño
¿Cómo diferenciar un trastorno de una conducta emocional?
De acuerdo al psicólogo, para poder diferenciar una conducta o estado emocional de un trastorno hay que tener en cuenta las características específicas de los mismos. En ese sentido, explicó que una persona no puede ser diagnosticada por padecer dos o tres semanas de algún estado emocional, sino que debe cumplir algunas características específicas.
De acuerdo a la guía de consulta de los criterios diagnósticos del DSM-5 establecida por la Asociación Americana de Psiquiatría, estas dependerán del trastorno. Así, en personas con trastornos depresivos serán más frecuentes los arrebatos emocionales graves y recurrentes manifestados verbalmente (y con una duración o intensidad desproporcionados a la situación); con una frecuencia de- en término medio- tres o más veces por semana; observados en un período que supera los 12 meses.
Por su parte, personas con trastornos de ansiedad generalizada atravesarán una ansiedad y preocupación excesiva durante más de seis meses, los cuales estarán relacionados con diversos sucesos o actividades (como la actividad laboral o escolar). Tendrán dificultad para controlar la preocupación y podrían presentar más de uno de estos síntomas: Inquietud o sensación de estar atrapado o con los nervios de punta; fatiga; dificultad para concentrarse; irritabilidad; tensión muscular; problemas de sueño.
Finalmente, en cuanto a los trastornos del sueño, el libro indica una predominante insatisfacción por la cantidad y/o calidad del sueño; deterioro en lo social, laboral, educativo, académico, del comportamiento u otras áreas importantes del funcionamiento; dificultad para conciliar el sueño al menos tres veces a la semana durante tres meses consecutivos, y aun contando con condiciones favorables para dormir.