Si escuchamos hablar de jet lag lo normal es asociarlo a ese estado de cierto letargo producto de haber viajado entre países con zonas horarias bien distintas. Esto lógicamente impacta en el cuerpo, sobre todo en la alimentación, el sueño y la frecuencia para ir al baño.
Ahora, y sin necesidad de tomarnos un avión, podemos sufrir el “jet lag social”, que surge del desfasaje del sueño entre los días laborales y los dedicados al descanso, sea el fin de semana o los días libres.
La interrupción regular de los patrones de sueño puede “confundir” al reloj del cuerpo, es decir, al ritmo circadiano, que regula nuestro metabolismo
El jet lag social es el precio que hoy se paga por adecuarnos a los horarios frenéticos que impone la sociedad, desligados de los ciclos del día y la noche.
De acuerdo con un estudio publicado por la BBC, los académicos que investigan el jet lag social comparan el punto medio de sueño de una persona durante los días laborales y los días libres. Si una persona duerme durante la semana desde las 23 hasta las 7, el punto medio de sueño son las 3 de la madrugada. En cambio, durante el fin de semana, si esa persona duerme de 1 a 11 el punto medio serían las 6 de la mañana.
Estas diferencias podrían atentar contra el bienestar físico y mental, ya que diversos estudios científicos encontraron una relación no causal entre este jet lag social y varios indicadores metabólicos de una salud delicada.
Esa relajación de horarios por trasnochar influye negativamente en el estado de ánimo, a la vez que aumenta el cansancio y el riesgo de enfermedades coronarias
Un trabajo sobre 800 trabajadores encontró entre aquellos con más jet lag social mayores chances de padecer obesidad, entre otros problemas. Más allá de la duración del sueño, este síndrome está asociado al incremento del índice de masa corporal.
Por cada hora de ‘jet-lag’ social aumenta 11% el riesgo de enfermedad del corazón, con independencia de los problemas de insomnio que además pueden aparecer.
Una diferencia dos horas de sueños es el límite a partir del cual se empiezan a observar esos biomarcadores poco saludables.
El desencuentro entre el reloj biológico y los horarios de los quehaceres cotidianos puede empujar al consumo de sustancias estimulantes para vencer el sueño y de otras relajantes para conciliarlo.
Evitarlo es fácil y barato
Los expertos concuerdan en que mantener horarios regulares de sueño durante la semana y los fines de semana ayuda a prevenir problemas para dormir, pero también mengua las posibilidades de padecer el jet lag social. Cumplir esta simple premisa es lo más cercano a un tratamiento preventivo eficaz, relativamente simple y barato de las enfermedades del corazón.
Disfrutar de un sueño reparador (lo ideal es dormir no menos de 7 horas) no es un lujo ni una pérdida de tiempo. Es mucho más que una garantía de aumentar el rendimiento laboral. Se trata ni más ni menos que de un asunto básico para la salud, por lo que vale ponerlo entre nuestras prioridades.