La interfaz viene siendo desarrollada por físicos y programadores de la compañía Neuralink desde hace años y fue testeada en ratas y monos con un 87% de éxito. Consiste en la implantación de un sensor que, mediante hilos más finos que el cabello, se integran al cerebro en una cirugía, permitiendo el envío y recibo de información por bluethoot.
Según los científicos de Neuralink en el informe del proyecto, su invención es menos invasiva que todas las desarrolladas anteriormente, ya que con la utilización de un robot realizan pequeñas perforaciones e insertan los hilos, evitando dañar vasos sanguíneos y conectar con áreas específicas del cerebro.
“La mayoría de los Interfaces Cerebro-Máquina (IMC) han usado técnicas invasivas porque la lectura más precisa de las representaciones neuronales requiere el registro de potenciales de acción individuales de las neuronas en conjuntos distribuidos. Los microelectrodos son la tecnología de referencia para registrar potenciales de acción, pero no ha habido una tecnología de microelectrodos clínicamente traducible para grabaciones a gran escala. Aquí, informamos el progreso de Neuralink hacia un IMC flexible y escalable que aumenta el número de canales en un orden de magnitud sobre el trabajo anterior”, detallan.
Los argumentos de los profesionales de la compañía giran en torno a las prácticas realizadas con el sistema desarrollado y a los componentes del mismo (sondas de polímero ultrafinas; un robot neurológico y electrónica personalizada de alta densidad). Sin embargo, su tecnología aún no puede ser probada en humanos, por no contar con el aval de las autoridades estadounidenses: “Lo que esperamos es generar una simbiosis con la inteligencia artificial y tenerlo en un paciente humano antes de que termine el próximo año”, manifiesta el copresidente de Neuralink, Elon Musk.
Las potencialidades de la interfaz, de acuerdo a los científicos, presentarían ventajas sobre los enfoques anteriores por la mayor compatibilidad biológica entre el tamaño y composición de las sondas y el material del tejido cerebral. Sumado a ello, la capacidad de elegir dónde se insertan esas sondas permitiría crear geometrías de matrices personalizadas para apuntar a regiones específicas del cerebro.
“Si bien los desafíos tecnológicos importantes deben abordarse antes de que un dispositivo de gran ancho de banda sea adecuado para la aplicación clínica, con un dispositivo de este tipo, es plausible imaginar que un paciente con lesión de la médula espinal podría controlar con destreza un mouse y un teclado digitales”, prometen los miembros de Neuralink.