Históricamente, la musicoterapia se ha relegado del campo de la medicina. Por años, ha sido confundida con la tarea de enseñanza de la música y ha dejado a los musicoterapeutas en un lugar externo al de la salud. Sin embargo, al tiempo que se ha desaprovechado esta disciplina médica, algunos profesionales no la han dejado morir y han estudiado sus efectos rehabilitantes y preventivos.
Así se ha podido ver cómo, por ejemplo, la musicoterapia ha ayudado a que niños con autismo mejoren su comunicación a través de la interacción no verbal; a que personas con Alzheimer recuerden momentos vividos (sean felices o no) o a que una persona en coma tenga despertares menos bruscos, tenga regulada su frecuencia cardíaca o que responda con motricidad a los estímulos sonoros.
Los beneficios son múltiples y se han practicado en distintas partes del globo. Y Mendoza no es una excepción. Cora Leivinson, musicoterapeuta especializada en trastornos neurológicos, pediátricos y geriátricos, y directora de la Licenciatura en Musicoterapia de la Universidad Maza, así lo ha entendido, fundando la carrera en base a la importancia de su aplicación y de su matriculación.
En diálogo con Diario Salud, la terapeuta explicó: “La musicoterapia es una disciplina proveniente del campo de la salud que utiliza a la música, los sonidos y los instrumentos en una relación vincular con el paciente. Es decir, la música es una herramienta del musicoterapeuta. Sin embargo, lo que hace el profesional de esta rama no es tocar música o hacer que se toque. Lo que hace es lograr, a través del conocimiento que las distintas sesiones le van dando, la rehabilitación, la asistencia y/o la prevención de trastornos desde la integración de la música, las neurociencias, la psicología y otras disciplinas. Por ello, el trabajo de un musicoterapeuta no lo puede ejercer una persona que no se licenció con estos conocimientos”.
De acuerdo a la profesional, la musicoterapia mejora la calidad de vida de los pacientes de cualquier edad, ya sean infantes, adultos mayores, personas en cuidados paliativos, embarazadas. Y contó una reciente experiencia que demuestra su efectividad: “Asistimos, junto con distintos especialistas de la salud, a pacientes en terapia intensiva en el Hospital Lagomaggiore. Junto a sus familiares, se indagó en el tipo de música que escuchaba la persona. Cuando no lo supieron, se tocaron canciones reconocidas como el himno, música significativa, entre otras. Y mientras se realizó esta actividad, pudieron observarse gestos y movimientos por parte de los pacientes. Los doctores también pudieron observar objetivamente su viabilidad a través del monitoreo de la actividad cerebral y el ritmo cardíaco. Y cuando una persona que había sido tratada con musicoterapia despertaba de un coma lo hacía de manera relajada, a diferencia de otra que no lo había sido y tenía un brusco despertar”.
Por su parte, el especialista en estimulación musical con niños pequeños y recién nacidos, Daniel Allaria, contó que desde hace años está probado científicamente que el sonido tiene efectos en el ser humano, tanto en lo corporal como en lo psíquico y emocional y aseguró que utilizando sonidos y no sólo música los niños logran madurar su lenguaje, desarrollan su inteligencia y motricidad y previenen enfermedades.
“La música tiene un estímulo global que puede lograrse desde los primeros días de vida. El cerebro de este niño recibe un beneficio por encima del que no lo recibe. Así como necesita alimento, necesita del contacto físico, provee mensajes emocionales a través del contacto físico con su mamá y su papá”, manifestó Allaria.
Finalmente, citó a la musicoterapeuta Laura Gabay (que trabaja en prevención, estimulación y tratamiento de distintas patologías) y al neurólogo Emiliano de Shutter (quien aplica para algunos pacientes algunas terapéuticas que tienen que ver con sonido) como antecedentes de especialistas que utilizan a la música para hacer terapia.