Misofonía es un término que significa literalmente “odio al sonido”, y llega incluso a causar miedo a quienes lo padecen. Se trata de una respuesta desproporcionadamente intensa del sistema nervioso autónomo y el sistema límbico a ciertos sonidos “normales”, con una hiperactivación anormal del sistema auditivo.
Puede ser provocada por el sonido de otra persona respirando, comiendo, bebiendo o mascando un chicle, e incluso por las voces de los niños. También el sonido de la lluvia al caer, el “click” de un bolígrafo o el golpeteo de dedos sobre una mesa. Son algunos de esos sonidos del día a día que irritan enormemente a quienes sufren misofonía al punto de provocarles altos niveles de ansiedad, disgusto, ira extrema y miedo.
Algunos de los sonidos que provocan este malestar tienen una intensidad relativamente baja, del orden de 40 a 50 decibelios, es decir, por debajo de una conversación normal
Guy Fitzmaurice, fundador y director de Misophonia UK, explica: “Afecta de forma diferente a cada persona pero, en la mayoría de los casos, los sonidos que más molestan son los de otra gente comiendo o respirando. Las reacciones suelen ser enfado, rabia y ataques de pánico”.
Algunos expertos aseguran que la aversión a estos sonidos suele ser más intensa si estos son producidos por personas cercanas o familiares.
Algunos datos sobre esta intolerancia sonora
- Los síntomas suelen presentarse entre los 10 y los 12 años.
- Los sonidos más molestos están vinculados con la respiración y la alimentación.
- Resulta más irritante cuanto más cercana al afectado es la persona que produce el ruido.
- La reacción más frecuente es la rabia extrema.
También se conoce a la misofonía como Síndrome de Sensibilidad Selectiva al Sonido (SSS). Aunque el término fue acuñado en 2001 por los neurocientíficos estadounidenses Pawel y Margaret Jastreboff, no fue hasta 2013 cuando se clasificó como un desorden psiquiátrico.
Aunque muchos de los afectados tienen un cuadro médico similar al de personas con Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), todavía no hay cura ni existe un tratamiento definido.
Ciertas organizaciones sugieren la aplicación de terapias cognitivas o cognitivo-conductuales, que intentan comprender cómo se siente el individuo y cómo le afecta esta enfermedad.
Algunos afectados, cuyo testimonio publicó Misophonia UK, hablan de hipnosis psicoterapéutica, así como terapias de respiración abdominal para poder calmar los ataques de pánico. Pero Fitzmaurice se muestra escéptico al reconocer: “Según mi experiencia personal, no hay tratamientos efectivos”.
Dependiendo de la gravedad de la misofonía, las consecuencias llegan a ser muy serias. El paciente deja de tener relaciones personales, de involucrarse en actividades sociales e incluso puede decidir abandonar el hogar.
Las personas que padecen misofonía se sienten alienadas e incomprendidas porque se les suele tildar de histéricas o exageradamente sensibles
Es fundamental acudir al médico para que se pueda diagnosticar esta condición y probarse a sí mismo que no es una invención.
Cualquier técnica que ayude a controlar el estrés, como el yoga, la meditación o los ejercicios de respiración y relajación progresiva pueden ser útiles para tratar de aliviar los síntomas. Si bien es posible que estas técnicas no curen la misofonía totalmente, al menos a corto o mediano plazo es probable que ayuden a hacer la vida más llevadera.