Los tumores que afectan al ojo son poco frecuentes en comparación con otros tumores sistémicos. Sin embargo, pueden evolucionar a un problema médico de extrema gravedad y en algunos casos a una pérdida de visión significativa e incluso de vida. Pueden generarse en cualquier lugar del ojo y de los tejidos que lo rodean. Es posible hallarlos en párpados, conjuntiva y córnea; en la pared ocular como la úvea y la retina, o también en el nervio óptico, órbita, glándula y vías lagrimales.
Además pueden ser primarios del ojo, es decir originados allí o pueden ser una extensión o diseminación de un tumor originado en otra parte del organismo. Muchas veces, la primera manifestación de un tumor diseminado es la aparición de un tumor ocular, produciendo o no síntomas clínicos.
Melanoma de Coroides
En relación a los tumores intraoculares primarios, es decir originados en el ojo, el Melanoma de Coroides es el tumor intraocular maligno primario más frecuente del adulto. Su incidencia es de 4 a 6 casos por millón de habitantes por año y predomina en los adultos, si bien, se está diagnosticando cada vez más en gente más joven.
En general aparece con mayor frecuencia en raza caucásica, personas de ojos y piel claras.
No siempre produce síntomas tempranos y cuando se diagnostica o produce visión borrosa o alteración del campo de visión, entre otros ya puede ser un síntoma tardío. Por ello es muy importante concurrir al oftalmólogo y realizar un fondo de ojos con dilatación para poder ver no sólo el sector central sino también el sector más periférico del fondo de ojos.
La selección del tratamiento depende principalmente del tamaño y la localización del tumor.
La primera alternativa de tratamiento es la conservadora, la braquiterapia epiescleral, que consiste en colocar intraquirúgicamente una placa con semillas con radiación, que es suturada a la pared del globo ocular para poder irradiar al tumor e inactivarlo. Es muy importante que la misma sea colocada por un especialista en forma correcta y con un margen de seguridad adecuado para que el tratamiento sea satisfactorio. Esto se logra en más del 90% de los casos en ojos correctamente tratados.
Otra alternativa de tratamiento es la enucleación (extirpación del ojo) que todavía se utiliza para tumores grandes, tumores con compromiso del nervio óptico o en tumores que ya se extendieron fuera de la esclera, la capa más externa de la pared ocular.
El pronóstico de vida del paciente realizando un tratamiento conservador o realizando la enucleación es el mismo a largo plazo, por lo cual, si es factible, se prefiere el tratamiento conservador.
Al ser una enfermedad maligna siempre se trabaja en forma multidisciplinaria con el oncólogo clínico y el paciente debe controlarse de por vida tanto a nivel local como sistémico. La sobrevida y las secuelas visuales dependen del diagnóstico temprano y del tratamiento adecuado y oportuno, por ello es muy importante un examen oftalmológico de rutina, con realización de fondo de ojos con dilatación realizada por el especialista.
*El artículo fue escrito por la dra. María Carolina Gentile
M.N. 107.891 y M.P. 333.223
Oftalmóloga especializada en Oncología Ocular
Hospital Italiano de Buenos Aires