Existen diversos estudios científicos que han mostrado cómo una hormona llamada leptina sirve para regular el hambre y la sensación de saciedad. El hallazgo de que la leptina se produce por la grasa implicó empezar a hablar de esta como un órgano endocrino y no solo de almacenamiento de energía.
Al responder a la ingesta de alimentos, la leptina envía la señal de saciedad al cerebro por lo que actúa como un freno cuando ya se ha producido una cantidad suficiente de ingesta calórica. Sin embargo, esta hormona no es la única que participa en aportar la sensación de estar lleno por lo que los especialistas recomiendan intentar recuperar los sistemas que tiene nuestro organismo para controlar la ingesta y el balance energético.
Así, el cuerpo humano está dotado de mecanismos que controlan la ingesta, el almacenamiento de energía y el gasto energético, pero cuando se instaura la obesidad, todos estos mecanismos se alteran; entre ellos, la saciedad. En este contexto, los procesos no son tan sencillos como simplemente disminuir la ingesta de comida.
Más allá de los tratamientos específicos para las personas que padecen obesidad, los expertos recomiendan siempre la consulta médica. Además, prestar atención a los alimentos que se ingieren ya que algunos tienen características “adictivos”.
Se trata de los que son ricos en grasas, azúcares o harinas refinadas y que, más allá de cubrir nuestra sensación de apetito, “tienen un impacto más bien emocional en el ámbito de los neurotransmisores, es decir, en nuestra sensación de felicidad y de satisfacción”.
En esta línea, hay otra hormona vinculada con la sensación de hambre que es la insulina. Los alimentos ricos en azúcares generan picos de insulina y de azúcar en sangre y, como consecuencia, crean mayor sensación de hambre y ansiedad.
La sensación de estar satisfechos también tiene un aspecto psicológico en el que puede aparecer una conducta impulsiva a la hora de comer, pese a sentirse lleno. Esto es porque determinado alimentos ricos en azúcar, grasas saturadas o harinas simples tendrían un impacto sobre la dopamina y serotonina, sustancias vinculadas a la sensación de tranquilidad y felicidad.
A partir de esto, los médicos destacan la importancia de evitar incentivar el consumo de alimentos en grasas y azúcares durante la infancia o adolescencia. En especial si se los utiliza para “calmar” la ansiedad o la tristeza.
Fuente: Cuidateplus