Los vínculos humanos no solo son importantes para el desarrollo cotidiano de las personas sino que adquieren cada vez más relevancia para la salud mental. Lejos de reacciones de estigmatización o miedo, poder conversar y compartir con otros lo que nos aqueja es una manera de fortalecer el propio bienestar emocional y psicológico.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió a la salud mental como un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente así como contribuir a la mejora de su comunidad. Se trata, además, de un derecho humano fundamental además de un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico.
Por otra parte, hay que recordar que pese a que muchas veces se diferencia la salud mental de la física, en realidad las personas son con una integralidad y no existe una sin la otra por lo que no es menor estar atento al propio ánimo. En especial en contextos en los que, según diversos relevamientos y opiniones profesionales, la pandemia agudizó problemáticas relacionadas con la salud mental como la depresión y la ansiedad.
La interacción entre las personas les permite transformar y crear una realidad en donde la construcción colectiva potencia al ser humano a expresar sus mejores capacidades. El afecto transforma al tiempo que el tendido de puentes son maneras de distender, conversar sobre lo que nos preocupa y hasta encontrar una mirada más liviana acerca de lo que puede aquejarnos.
Los especialistas recomiendan fortalecer y ampliar la red de amigos, contactos, familiares, compañeros y vecinos con el fin de contribuir a la salud mental. Entre los vínculos y los apegos sanos se incluyen una vida sexual sana y plena, nuevos aprendizajes y desarrollo de las capacidades a través de un trabajo digno.
Aunque siempre se recomienda la consulta a los profesionales, la red de apoyo es un gran sostén para atravesar enfermedades como la depresión; tal vez una de las más extendidas así como incapacitantes en lo que a salud mental respecta. Esto es así, en parte, debido a la demora en las consultas psicológicas y psiquiátricas ante síntomas persistentes de irascibilidad, tristeza, pérdida o dificultad para dormir o falta de contacto con el placer o el disfrute.
El foco en la comunidad
El modo de hacer pie en los vínculos pasa por el sentido de comunidad y solidaridad, de autocuidado y de tener en cuenta al otro. Poder hablar con alguien acerca de cómo nos sentimos puede ser la puerta a una consulta así como a una especie de descarga y construcción de un nuevo sentido al poner la angustia o la preocupación en palabras.
Ante síntomas persistentes, nada reemplaza la consulta profesional. Sin embargo, quienes acompañan nuestra vida pueden ayudarnos a transitar momentos claros de tristeza como la pérdida de un familiar, el trabajo o diversas situaciones estresantes de la vida. Sentirse desbordado en esos momentos es lo esperable. Los especialistas advierten no dejar pasar más de dos o tres semanas si la pérdida de apetito, voluntad o sueño –entre otros síntomas- continúan.