Es difícil estimar la prevalencia del acoso escolar, pero los expertos en la materia coinciden en señalar que se trata de un problema muy frecuente. Sin embargo, se estima que entre un 15% y un 50% de los niños y los adolescentes pueden haber sido víctimas de acoso escolar en algún momento. El acoso escolar o bullying es la exposición que sufre un niño a daños físicos y psicológicos de forma intencionada y reiterada por parte de otro, o de un grupo de ellos, cuando acude al colegio.
El bullying escolar se suele producir durante el recreo, en la fila para entrar a clase, en los baños o los pasillos. En este marco, algunos colectivos son más vulnerables y tienen mayor riesgo de ser víctimas de acoso. Entre otros, se trata de quienes son las personas percibidas como diferentes, como los niños con discapacidad, trastornos del espectro autista (TEA), obesidad o dificultades de integración social.
Causas y síntomas
Las causas que originan el bullying dependen de cada caso concreto, aunque suelen tener unas características comunes: el acosador escolar no tiene empatía y, por tanto, es incapaz de ponerse en el lugar del acosado y ser sensible a su sufrimiento.
Entre los síntomas se pueden enumerar los siguientes:
- Dificultad en la concentración y atención
- Descenso del rendimiento escolar
- Depresión, ansiedad, irritabilidad, falta de apetito, etc.
- Dificultades para dormir, pesadillas o insomnio
- Aislamiento social, apatía e introversión
- No querer ir al colegio, ni juntarse con otros niños
- Llanto incontrolado, respuestas emocionales extremas
- Miedo a perder el control o a estar solo
- Ideas e intentos de suicidio
Prevención
No es sencillo prevenir algo que suele darse a escondidas por lo que lo fundamental esminimizar y reducir sus efectos cuanto antes. Dado que las causas que motivan el bullying son muy diferentes hay que buscar soluciones al problema mediante una propuesta amplia y abierta, con el diálogo como la principal herramienta para atajarlo.
Una de las estrategias tienen que ir enfocadas a reducir la incidencia. En este punto, los adultos deben identificar los factores de riesgo que los generan y actuar sobre ellos. Pueden realizar acciones como campañas de sensibilización sobre el maltrato infantil, talleres formativos para explicar a los padres los modelos educativos adecuados, etc.
Por otro lado, es importante reducir los casos a través de acciones que dificulten que el maltrato se siga produzca. Debe existir una relación de comunicación fluida entre las familias y el profesorado del centro.
Con relación a esto, el acompañamiento y el control son clave. Así los profesores deben aumentar la vigilancia a la entrada y a la salida del colegio, así como en los lugares donde es frecuente que se produzca el acoso. Por otro lado, la compañía constante de dos o tres personas de la confianza del acosado hasta que desaparezca el sufrimiento puede ser muy beneficiosa para el alumno.
Fuente: Cuidate Plus