La niñez es una etapa en la que se absorben distintos conceptos del mundo así como se imitan comportamientos, palabras y hábitos. A partir de nuevas pautas de crianza, a los padres no les es sencillo poner límites sin embargo, se trata de una herramienta vital para el desarrollo sano de los pequeños.
Los padres y adultos cuidadores crean un espacio de confianza y cuidado dentro del hogar que se abre a medida que el niño crece. La existencia de los “no” tiene que ver con la tarea de cuidarlos primero para que aprendan a hacerlo por sí mismos. En este marco, una de las pautas que deben quedar claras es que todos, incluso ellos, tenemos derechos y responsabilidades.
La Unicef explicita que la posibilidad de marcar límites es una herramienta de crianza que impacta sobre la fortaleza emocional de niños y niñas. En este marco, explicita que “es mucho más que enseñarles qué es lo que está bien y qué es lo que está mal”. Se trata, en cambio, de permitirles desarrollar la capacidad de aprender, ajustarse inteligentemente a las normas y hacerlos sentirse seguros, cuidados y valorados.
La existencia de límites claros permite que los pequeños se manejen dentro de una estructura comprensible al tiempo que los orientan en su vida cotidiana. En el corto plazo pareciera más sencillo dejar pasar el límite que colocarlo, sin embargo no lo es en el mediano plazo. Además, cuando no hay claridad entre lo que se puede y lo que no, se deja en manos de los niños decisiones o responsabilidades para las que no están preparados y eso puede se contraproducente para ellos.
Pautas para tener en cuenta
Desde Unicef aportan consejos prácticos para llevar adelanta la tarea de poner límites. La principal sugerencia es actuar en función de la edad y adecuar los límites a las etapas madurativas. A continuación los principales:
Consecuencias naturales. Los chicos deben comprender que sus actos tienen consecuencias y eso los ayudará a comprender mejor la responsabilidad que les cabe. Por ejemplo, si un niño no quiere hacer los deberes, dejar que vaya a la escuela sin ello y allí se responsabilice por no haberlos llevado. Luego, podrán conversar en familia sobre la experiencia y lo aprendido.
Anticiparles lo que esperamos de ellos. De esta forma podrán estar más predispuestos a cambiar de actividad. Por ejemplo, decirles: “Cuando termine de cocinar, te voy a pedir ayuda para poner la mesa”.
Pérdida de privilegios. Cuando un niño o niña transgrede una regla que conoce, se le puede privar de una actividad que disfrute. No se trata de una penitencia sino que forma parte de un acuerdo establecido previamente.
Aplicar el “tiempo fuera”. Cuando el pequeño no está en condiciones de escuchar o se niega a hacerlo, se lo puede llevar a un lugar tranquilo por un tiempo razonable. Luego, se podrá hablar en familia para reflexionar sobre lo sucedido y solucionar la situación.
Ignorar como herramienta. En algunas situaciones, ante comportamientos irritantes y repetitivos de los niños, una solución posible es ignorar ese comportamiento. Al principio, empeorará; pero luego, de a poco, este comportamiento empezará a debilitarse hasta desaparecer.