La principal señal de alerta de que estamos frente a una adicción sea, tal vez, el malestar general que esa sustancia o conducta implica en nuestra vida. Pasados los primeros momentos de recompensa, el sentirse mal es una de las consecuencias más claras de que aquello que hacemos no es un “gusto” sino que se trata de una enfermedad.
Las adicciones pueden dividirse entre las relacionadas con las sustancias químicas o drogas y en las que existe un objeto de consumo y las que se orientan a actitudes, comportamientos y relaciones con personas u objetos. En estos casos puede ser más difícil discernir si se está frente a una dependencia patológica o no.
¿En qué casos las compras, la comida, el trabajo, la actividad física, el juego o el sexo pasan de algo normal a un exceso? Para responder a esta pregunta hay que explicar que existen dos modalidades de relación con las conductas que pueden cambiar el estado mental, emocional y físico y convertirse en adictivos.
Así, hay que evaluar primero la tolerancia y la dependencia. La primera es la respuesta que el organismo produce al acostumbrarse al comportamiento y que consiste en demandar una mayor cantidad para conseguir los mismos efectos. La dependencia, en tanto, tiene que ver con una suerte de síndrome de abstinencia o reacción física y psicológica adversa si no se realiza determinada acción cada día.
Para hablar de adicción debe haber tanto dependencia física como psíquica que perjudique a la persona en diferentes aspectos de su vida. Si hay algo que todos los tipos de adicciones tienen en común es la pérdida de control sobre la propia vida, la pérdida de voluntad. Es decir: la necesidad de consumir o repetir determinada acción, a pesar de las consecuencias negativas que ello puede suponer para la persona y su entorno, en diversos ámbitos: salud, conflictos familiares, grandes deudas económicas, aislamiento, problemas legales…
Tipos de adicciones comportamentales
Las conductas adictivas socialmente aceptadas son más difíciles de reconocer e, incluso, en la actualidad la parte social puede ser una suerte de impulsor de las nuevas adicciones. Entre otras, algunas de las más frecuentes son:
- Adicción al juego o ludopatía: Es una enfermedad cada vez más extendida, sobre todo entre los jóvenes y mujeres debido a las apuestas online. Tienen consecuencias psicológicas como emocionales que lleva a la persona a perder el trabajo, endeudarse a niveles muy altos y romper con parte de su familia por el juego.
- Adicción al sexo: Es poco reconocida y también es difícil determinar cuándo se convierte en una enfermedad. Básicamente, tiene que ver con la dependencia de la persona con un ritual sexual. No se trata solo de relaciones sexuales sino también de consumo de pornografía, prostitución, voyeurismo, relaciones digitales. La persona adicta al sexo convierte estos rituales en una verdadera obsesión e invierte todo su tiempo y energía en concretarlo. Además de perder relaciones y trabajo, llegan a autolesionarse y endeudarse.
- Adicción a las compras: La obsesión por consumir todo tipo de bienes para saciar un estado de vacío interior, de sufrimiento, de incertidumbre. Las compras se convierten en el eje vital de la persona, quien se olvida de otras responsabilidades esenciales para su supervivencia y consume muy por encima de sus posibilidades.
- Adicción a los videojuegos: La OMS ya ha alertado del grado de dependencia de adolescentes y niños/as están desarrollando hacia las videoconsolas. Como en toda adicción, el grado de tolerancia del cerebro a la dosis resulta determinante.
En síntesis, sea a una sustancia o a un comportamiento, la clave para saber si se está frente a una adicción tiene que ver con la pérdida de voluntad y en cómo esta suerte de idea fija anula el resto de la vida cotidiana de las personas. Las adicciones pueden llegar a tal punto que las personas pierden dinero, familia y trabajo por esta situación. Ante este tipo de situaciones, se aconseja dar el paso de pedir ayuda a profesionales o grupos especializados.
Fuente: Adictalia