Durante todo el año, pero en especial en invierno, es importante que el sistema inmune esté lo más fuerte posible. Aunque el estado de ánimo y la actividad física son importantes, el buen funcionamiento de las defensas depende en parte de la alimentación.
No se trata de alimentos mágicos sino de mantener un equilibrio entre los diversos nutrientes. Sin embargo, los especialistas recomiendan elegir verduras y frutas de estación así como los más naturales y orgánicos posibles.
Es clave consumir alimentos ricos en vitaminas. La vitamina C es una de las más importantes para producir glóbulos blancos que son los que actúan en el sistema de defensa del cuerpo. Este nutriente se encuentra en alimentos como los cítricos, el kiwi, el morrón rojo y la espinaca.
La vitamina A también es clave para el sistema de defensas. Entre los alimentos que mayor concentración tiene se encuentran: la espinaca, el brócoli, el ajo y la batata; entre otros. En tanto, la vitamina E, antioxidante por naturaleza, está presente en los frutos secos en especial.
En tanto, la vitamina D, la que se fija y activa con la exposición al sol, posee una función antiinflamatoria y, por tanto, también clave en el momento de apuntalar las defensas.
Además de los mencionados, hay alimentos que específicamente apuntalan el sistema inmunológico. Entre los principales también está el jengibre, los arándanos y -muy importante_ el agua ya que es clave para la correcta actividad celular.
Alimentos que debilitan
Además de buscar sumar la mayor cantidad de nutrientes ricos en algunas vitaminas, también es preciso evitar o minimizar la ingesta de comidas que no solo no benefician sino que pueden perjudicar al organismo.
En el primer lugar de esta lista se encuentran las comidas ultraprocesadas debido al exceso de sodio, azúcares refinados y compuestos artificiales que poseen. Estos, al igual que las grasas son componentes que al organismo le cuesta tolerar y, en muchos casos, pueden alterar sus funciones.
Galletas, snacks, latas y paquetes contienen aditivos que oxidan y debilitan las células en lugar de hacerlas funcionar de manera correcta. A este combo se suma el alcohol que deshidrata las células y los tejidos.
Así está comprobado que consumir todos los días este tipo de alimentos reduce la producción de los linfocitos que se ocupan de reconocer y atacar a los organismos tóxicos como los virus y bacterias.
Esto, por no mencionar que, en la mayoría de los casos, son alimentos que provocan una suerte de pesadez, mal humor y _al final de cuentas_ emociones negativas que atentan contra la calidad de vida.
Fuente: La Nación