Aunque las épocas de confinamiento, barbijo y noticias que literalmente contaban muertos ya parecen de otra vida; los efectos de la situación global trajeron aparejadas diversas situaciones de estrés, con un incremento muy grande en lo que a la ansiedad se refiere.
En este sentido, el año que termina fue complejo desde diversos puntos de vista a lo que se le sumó la situación económica argentina, pero también de otras partes del mundo. Al respecto, Pamela Araya, licenciada en psicología y magister en Salud Pública, apuntó que se observa una prevalencia de la sintomatología ansiosa y depresiva.
El impacto que tuvo en Covid-19, explicó la psicóloga, hizo un doble movimiento además de traer una gran incertidumbre en las personas. Por un lado, apareció una mayor consciencia de globalidad, de conexión y de que lo que sucede en el otro lado del mundo puede afectarnos.
Por el otro, y en el polo opuesto del individualismo, “la ansiedad se disparó a elevados niveles porque el juego que estamos viendo de manera subjetiva es el de supervivencia”, distinguió la especialista.
El problema es que al entrar en esta lógica, el espiral ascendente hacia niveles de ansiedad mayores en donde la enfermedad aparece como camino.
Araya explicó que la crisis económica actual ha incrementado la sensación de incertidumbre a partir de la idea de que todo tiempo pasado fue mejor y de la existencia de cierta estabilidad que, en líneas generales, nunca fue tal en un país como Argentina; que ha vivido diversas crisis.
La ansiedad, la necesidad de que las cosas sucedan antes de tiempo, el temor por lo que puede venir con las manifestaciones más graves como las crisis de ansiedad tienen diversos síntomas para tener en cuenta.
“Nos quedamos en conversaciones internas casi de terror en las que a veces se hace difícil remontar y buscar nuevos horizontes”, apuntó Araya.
El primer motivador de consulta, no obstante, tiene que ver con el malestar general, constante o extendido en el tiempo así como con la sensación de que no se está bien o no se cuenta con la capacidad de resolver problemas.
Irritabilidad, mal humor, dolores de cabeza, insomnio, problemas gastrointestinales y –en posibles etapas más agudas- sudoración, temblores y palpitaciones; son otros síntomas a tener en cuenta para no postergar el primer paso hacia la mejora que es la consulta profesional.
Es importante recordar que la superación de este tipo de cuadros son procesos que requieren del compromiso y la paciencia de las personas. A pesar de que, en ocasiones se requiere del apoyo psiquiátrico, al final, afrontar el problema puede convertirse en una oportunidad de trasformación en los modos más profundos de mirar y relacionarse con la realidad.