La existencia de la obesidad como pandemia y de las dietas desde hace décadas, muestra el relativo fracaso de las mismas si no son planteadas con objetivos específicos, medibles, con un fin y –sobre todo- posibles.
Por este motivo, las últimas tendencias en relación a nutrición tienen que ver con mejorar los resultados en el largo plazo dada la dificultad no en bajar de peso sino en mantenerse.
La psicóloga Romina Palma, docente de la Universidad Maza con especialización en psicología bariátrica y obesidad, explicó que es clave el trabajo en lo conductual en relación a la alimentación para lograr resultados.
Aclaró, no obstante, que se trata de un trabajo multidisciplinario que requiere de constancia, aprendizajes específicos; lo que lleva tiempo y paciencia por parte de los pacientes.
Así, más que bajar calorías o apegarse a un plan se busca trabajar en la parte conductual en relación a los hábitos. Es importante cambiar algunos conceptos y patrones para comenzar a poner atención y consciencia en el modo en que nos alimentamos.
Por ejemplo: no hay alimentos buenos o malos (harinas malas y verduras buenas) sino que la clave es la distribución que hacemos de los mismos.
También diferenciar las eventualidades como fiestas o fines de semana de lo que se come cotidianamente. “Si no, me resisto tres días a lo dulce y al cuarto lo como en exceso”, graficó Palma.
Otra cuestión para generar hábitos es observar el tiempo que pasamos sin comer y, en consecuencia, si llegamos muertos de hambre al almuerzo o cena. Lo que, por otra parte, llevará a comer de manera rápida o voraz y, en consecuencia, a ingierir mayores cantidades.
“A veces el buen hábito es sentarse a comer y hacer las cuatro comidas. Dedicar a cada una al menos 10/15 minutos de manera consciente (no hace falta una hora), sin estar conectados a un dispositivo electrónico”, expresó Palma y agregó que solo eso ya genera satisfacción y saciedad ya que se empieza a tener el registro de que se consumió algo o de que el cuerpo se nutrió.
Tener en cuenta el significado simbólico de lo que se come ya que la comida es placer, reunión, emoción y diversos significados sociales y personales que cuentan a la hora de relacionarse con la alimentación. En este sentido, si comemos mirando las noticias, se incorporan sensaciones poco agradables en el momento de nutrirnos.
Otro hábito que se trabaja es el de la velocidad o el comer de manera automática con la atención puesta en la televisión, la computadora, el teléfono, etc. Esto lleva a comer más rápido o no registrar lo que se consume. Por ende, se come más.
Esto lleva a otro punto que tiene que ver con el sesgo de la porción. No es necesario eliminar todo lo rico o calórico de nuestro día sino aprender a reducirlo, controlarlo y respetarlo en función de las necesidades personales o sociales que tengamos. No tiene sentido, por caso, llevar nuestra lata de atún a un asado.
De este modo, la psicóloga recomienda comenzar con una organización, orden y distribución. A veces solo eso sirve para comenzar a ver otros resultados.
A la par, trabajar en las conductas; comer sentados, despacio, dejar los cubiertos entre bocados, disfrutar, buscar opciones y poner mucha consciencia en lo que a la propia nutrición respecta.
No es sencillo el cambio y requiere paciencia. Está lejos de los resultados mágicos de un día para otro, pero modificar hábitos es lo único que funciona en el tiempo. Tal vez sea mejor esperar un poco para ver resultados antes que abandonar cada vez que nos frustramos con objetivos irreales.