Cada etapa de la vida presenta desafíos y la adolescencia no es la excepción. Aunque no hay datos precisos, diversos profesionales coinciden en un incremento en las consultas en los servicios de salud mental para los chicos.
La pandemia contribuyó a desnudar algunas cuestiones, lo cierto es que se trata de una problemática que se percibe desde antes y preocupa a profesionales, padres y docentes.
Como norma prioritaria y general, la primera recomendación es realizar la consulta a un profesional antes situaciones que llamen la atención, que no puedan explicarse o que generen dudas.
Más allá de problemáticas complejas o que requieran un abordaje de salud, existen algunas recomendaciones para padres en ámbitos donde tanto los adultos como los más jóvenes parecieran aislarse dentro de sus respectivos celulares. Es que aunque los adolescentes encuentran contención y amistades dentro de las redes sociales, las mismas también pueden incrementar las inseguridades en los jóvenes o conectarlos con quienes no tengan buenas intenciones.
En esta suerte de dependencia del celular aparece el concepto de Fomo, que es el miedo a perderse cosas o a no salir en las fotos que se postearán en las redes sociales.
Esta situación puede llevar a altas exigencias o a participar de eventos en los que no se está cómodo; sin tener respecto por sus propios deseos. No se trata de prohibir el celular sino de poner en contexto y estar atento a lo que podemos ver.
En este sentido, el primer consejo es abrir canales de diálogo con los hijos; espacios que deberían estar abiertos desde antes, sin que suceda algo específico para intentar conectarlos. Crear ámbitos diferentes como una caminata o un café pueden ser algunas opciones, pero también compartir momentos, eventos y hasta algún video que pueda ser un disparador.
Por otro lado, es importante estar atentos a algunas conductas como alteraciones en el humor, conductas desafiantes, irritabilidad, peleas, agresividad, falta de ritmos de vida, desgano, aislamiento, retracción social y cambios bruscos de conducta.
A esto puede sumarse la falta de confianza en sí mismo, sentirse culpable, dormir y/o comer mal, cansancio excesivo; entre otros.
El tiempo que duren algunos de esos síntomas, la cantidad de señales que podamos percibir también pueden determinar la consulta, pero lo importante es no demorarla ante cualquier duda o debido a la creencia de que se tratan conductas propias de la adolescencia o que pronto pasarán.
Los profesionales explican que es más sencillo realizar la consulta y pecar de exagerado que pretender que nada pasa y, sin quererlo, dejar al chico solo o con pocos recursos para gestionar lo que les sucede ya que –entre otras cosas- no las pueden entender.
Baste pensar en lo dificultoso que son este tipo de procesos para los adultos como para poner más atención en adolescentes y niños, con menos experiencia o recursos para resolver momentos angustiosos, ansiedad y la incertidumbre generalizada.
Fuentes: La Nación e Infobae