La “infoxicación”, la inmensa cantidad de información que recibimos por todos lados y sin filtro alguno, alcanza también a la alimentación y ello tiene un impacto en los hábitos saludables de las personas.
Así lo señaló la licenciada en Nutrición Priscila Navarrete (mat. 1272), quien explicó que en la actualidad la carbofobia o la glutenfobia no hacen otra cosa que generar personas que pueden estar mal alimentadas si no cuentan con el asesoramiento adecuado.
Y es que, aunque parezcan fuentes “serias”, no es fácil saber si lo son. Eso, por no mencionar las nuevas tendencias en redes en los que personas que no son ni nutricionistas ni médicos se arrogan la competencia de guiar a las personas con promesas de resultados exitosos o a veces mágicos que no están adecuadamente legalizados ni sustentados.
“Sin la capacidad de distinguir cuáles son las fuentes de información basadas en evidencia científica, acudir solo a Google es contraproducente”, insistió Navarrete quien también tiene una especialidad en Nutrición de Adultos.
El principal riesgo es la generalización de conceptos para toda la población, sin tener en cuenta las diferencias existentes entre las personas.
No gluten, lácteos ni harinas
Las intolerancias debidamente certificadas a lácteos, gluten o harinas que requieren cuidados y restricciones específicas indicadas por los especialistas van por un carril. Sin embargo, en la actualidad se difunde la modalidad de eliminar completamente de la dieta algunos alimentos específicos.
En este sentido, la nutricionista explicó que la fobia al azúcar existe desde hace mucho tiempo y que aunque este es un alimento con calorías vacías; lo cierto es que muchas personas consumen alimentos bajo la denominación de dietéticos o light que no siempre son menos calóricos o más saludables al tener componentes extra de grasa y colorantes; entre otros.
“Con el tiempo vino la fobia al trigo y todos los derivados de panificados y pastas”, punteó la especialista con sustitutos tal vez menos sanos que la harina en sí.
Se suman las evitaciones al gluten que –más allá de las condiciones patológicas o intolerancias- hay que tener en cuenta que los productos sin gluten no siempre son menos calóricos como a veces se cree.
Por último, en la más novedosa corriente de no consumir lácteos hay que tener en cuenta que son reemplazadas por “mal llamadas” leches de avena, coco o soja, pero que las mismas no llegan a ser alimentos y, en general, no reemplazan las proteínas y calcio que sí aporta el alimento original.
“Esto, por no mencionar que suelen ser productos caros”, aportó Navarrete quien mencionó otras corrientes de alimentación como veganismo, vegetarianismo o flexitarismo (incorporar cada tanto algunos derivados de la carne como el pescado) que si no se realizan con los controles de un profesional; pueden tener derivaciones complicadas en la salud.
“No es que no se puedan suprimir algunos alimentos o modificar algunos consumos, pero no se trata de algo liviano sino que es importante hacerlo a consciencia y con el asesoramiento médico o de un nutricionista”, comentó Navarrete.
Comentó también que las personas han cambiado sus formas de alimentarse y que los profesionales deben adaptarse a ello con el fin principal de prevenir enfermedades.