La pandemia, el estrés y el contexto socio económico –entre otras preocupaciones- impactan en la cantidad de horas que dormimos así como en la calidad de nuestro sueño. Aunque es importante realizar algunos rituales nocturnos, también es clave observar los diurnos o modificar algunos hábitos.
Es que no siempre se le presta la debida atención a las dificultades para dormir bajo la presunción de que la vida puede seguir igual aunque se descansen menos de 6 horas por día o que, durante esas horas, el sueño sea entrecortado.
Los problemas al dormir, si se mantienen en el tiempo, pueden necesitar de consultas a médicos, psicólogos e incluso psiquiatras; por lo que es importante prestar atención al modo en que dormimos y realizar la consulta pertinente si fuera necesario.
El hecho de minimizar las malas noches se debe, a veces, al que no se suele ser consciente en cómo eso impacta en nuestro día.
Según los especialistas, dormir mal afecta nuestra atención así como el estado de ánimo y emociones lo que, si se extiende en el tiempo, puede dar lugar a trastornos como la ansiedad y la depresión. Además, influye en el modo en que rendimos en el trabajo y otros ámbitos de desarrollo.
El insomnio es el trastorno del sueño más frecuente y una de las consecuencias generalizadas. Se trata de una dificultad para dormir o conciliar el sueño y puede ser de corta o larga duración. El más frecuente es la primera modalidad, pero puede durar semanas y sus principales causas son el estrés en los diversos ámbitos de la vida.
Aunque puede ayudar, lo que no se duerme en la noche no se recupera de la misma manera ni con más horas de sueño durante la mañana o la siesta.
En este sentido, es importante observar cierta disciplina para llegar a la hora de dormir de la manera más relajada posible así como evitar las pantallas, bebidas energéticas o con cafeína a partir de determinado horario o intentar desconectarse lo antes posible del trabajo.
Sin embargo, hay cuestiones que pueden contemplarse durante el día y que también inciden en la manera en que dormimos.
Una es empezar a contar la cantidad de cafeína que se toma durante todo el día ya que no es lo mismo una taza que tres o cuatro. Esto, más allá del horario límite de la última taza que tomemos ya que se recomienda no superar los 400mg de cafeína al día, unas 4 tazas pequeñas.
Otra estrategia es un cambio de hábitos radical y tiene que ver con favorecer la lectura y la escritura antes de acostarnos; en lugar de quedarnos enganchados al televisor con series, películas y, lo que es peor, noticieros de actualidad.
Evitar las siestas, hacer actividad física y establecer un horario fijo para irse a la cama son otras recomendaciones para llegar “en mejor forma” a la hora del sueño. Es que en estos momentos suelen aparecer los pensamientos negativos o el temor de volver a dormir mal; lo que no ayuda a encontrar el sueño.
Por este motivo, los especialistas también recomiendan meditar, realizar respiraciones, escuchar música relajante, pintar mandalas o implementar cualquier actividad que la persona sienta que la tranquiliza o relaja.
No es preciso adoptar todos los hábitos ni todos al mismo tiempo sino probar cuál o cuáles se adaptan mejor a nuestras necesidades. Sin embargo, se trata de pequeñas costumbres que no son sencillas de modificar o implementar, pero que –al lograrlo- no solo mejorarán la calidad de nuestras noches sino también la de nuestros días.
Fuentes: Medline y Cuidate plus