Con el paso del tiempo y durante el proceso de envejecimiento, la mayoría de los adultos mayores comienzan a experimentar diferentes cambios en las funciones de su organismo. Estos pueden ser tanto estructurales como funcionales e implicar modificaciones en el adulto mayor en relación con las exigencias de la vida diaria, lo que puede conducir a la pérdida de la independencia y la autonomía.
El proceso de envejecimiento es gradual y, desde una perspectiva biológica, se caracteriza por cambios en las dimensiones físicas, cognitivas y sociales, los cuales contribuyen a una mayor susceptibilidad a eventos adversos para la salud. Dos de estas afecciones son principalmente el objeto de estudio de los expertos: el Síndrome de Fragilidad y el Deterioro Cognitivo.
Según el portal de salud IntraMed, la fragilidad y el deterioro cognitivo, se los puede considerar como “un síndrome caracterizado por una disminución de la fuerza, resistencia muscular y función fisiológica reducida, lo que resulta en una mayor vulnerabilidad del individuo y el desarrollo de dependencia o muerte“. Para definir tal condición, sin embargo, es necesario considerar la exclusión de la enfermedad de Alzheimer u otras demencias.
El deterioro cognitivo, por otro lado, implica “un proceso gradual, continuo y permanente de cambio en la capacidad cognitiva a lo largo del tiempo“. Los hallazgos indican que esta condición, aunque se presenta como una consecuencia natural en este proceso, ya se ha considerado sujeta a reversión o modificación. Si bien su incidencia es directamente proporcional al aumento de la edad, hay evidencias de que existe un sustrato biológico cerebral en la fragilidad que puede servir como promotor o acelerador del deterioro cognitivo.
La importancia de una estimulación cognitiva temprana
Tanto la fragilidad física como el deterioro cognitivo son afecciones frecuentes en los adultos mayores. La asociación entre estas dos afecciones puede favorecer la identificación de individuos con deterioro cognitivo, de causas no neurodegenerativas, que pueden ser reversibles. En este sentido, el deterioro cognitivo debido a causas físicas puede ser el objetivo de intervenciones multidisciplinares destinadas a mejorar la calidad de vida de la persona.
La Licenciada en Psicología, Alejandra Morales, destaca la importancia de una terapia específica como la estimulación cognitiva, en la cual se trabaja con ejercicios de memoria, atención, orientación temporal y espacial, ejercicios de planificación y/o actividades lúdicas. Tales están dirigidas a “estimular y mantener las capacidades cognitivas conservadas, ralentizar la progresión del deterioro propio de la edad, restaurar habilidades cognitivas y estabilizar su estado funcional”.
Actualmente, se sabe que dicha terapia afecta al cerebro potenciando los mecanismos de plasticidad cerebral, la neurogénesis y la reserva cerebral. Además, aborda otros factores tales como la esfera conductual, afectiva, social y familiar, desde una perspectiva de intervención integral.
Aquí radica, entonces, la importancia de intervenciones preventivas que incluyan la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, incluyendo programas para la realización de actividad física, ejercicios de entrenamientos de estimulación cognitiva y estimulación de hábitos alimenticios saludables.