Alegría, nervios y optimismo. Esas fueron las emociones manifestadas por Celina en un encuentro que reunió a comunicadores, doctores y miembros del INCUCAI y del INCAIMEN el pasado martes. Y es que ella fue una de las principales invitadas. Sentada en la mesa del auditorio del Instituto Provincial de Juegos y Casinos, se animó a contar todo, con el acompañamiento de los profesionales que lograron la implantación de su nuevo órgano.
Celina fue trasplantada en diciembre de 2017, pero su historial tiene fecha de inicio desde el año 2013. “Empecé entonces con síncopes. Fui al cardiólogo y me diagnosticaron insuficiencia cardíaca, para la cual me medicaron durante 3 años. Luego, llegó un momento en el que ya no tenía aire, me costaba caminar, ya no hacía muchas cosas. Y me internaron inmediatamente. Los doctores me explicaron que necesitaba un trasplante de corazón”, contó.
En aquel momento, la paciente tenía 28 años y muchos sueños por delante. Sin embargo, su estado de salud y la comunicación de los doctores le resultaron muy angustiantes: “Sentí que me cortaban las alas. Me internaron por un mes, medicándome por vía (con inotrópicos, que ayudaban a mantener la función del corazón)”. Empero, decidió confiar en el equipo de salud que la auxilió, tanto en el Hospital Central como en el Español, y fue trasplantada.
“Fue tipo diez de la noche. Vinieron los médicos y me dijeron: mirá, Celi, parece que viene en camino el órgano, así que una ambulancia te va a trasladar al Hospital Español. Mientras, me llamó la cardióloga y me tranquilizó. Llegué al hospital y, al otro día, al quirófano”, detalló la receptora.
Y continuó: “Tuve muchas sensaciones encontradas. Pensé que no pasaba, que no iba a salir del quirófano. Pero salí, salí bien y gracias a buenos profesionales”.
Celina abrió sus ojos 72 horas después de la intervención. A partir de allí, su vida cambió completamente: “Volví a casa, con algunas restricciones, pero volví y me recuperé. Acepté a este corazón como mío desde el primer momento y aunque tenga que tomar medicación, mi nuevo órgano me dio una nueva oportunidad. Ahora puedo decir que estoy mejor que antes”.
La paciente hoy apenas se debe realizar estudios de control (uno cada seis meses) y desarrolla su vida de manera normal. “Soy peluquera, ando en bici, tengo creencias. Mi vida es hermosa”, enfatizó.
El proceso
Invitada a hablar, la cardióloga trasplantóloga de Celina narró los aspectos técnicos que llevaron a que su paciente tuviera que recibir un corazón: “Ella venía con una miocarditis de unos cuatro años previos, con un deterioro muy severo de la función del corazón. Y en el contexto de esos síncopes, incluso necesitó un cardiodesfibrilador, que le generó muchos choques, malestares. Ya odiaba cada vez que se ponía el aparato a funcionar. Y estuvo internada varias veces, hasta que necesitó del trasplante”.
La insuficiencia cardíaca es una enfermedad absolutamente invalidante, por lo que para doctora y paciente es muy satisfactorio que hoy la vida de Celina “no pase alrededor de la afección, sino de otras prioridades”.