Con seis casos de sarampión desde principios de este año, las alertas epidemiológicas en la Argentina están encendidas. En el mes de abril hubo tres contagiados, a partir de un bebé de 8 meses. Y en junio fueron identificados otros tres casos (el último, diagnosticado fehacientemente hace una semana), un bebé de 5 meses que vive en la Ciudad de Buenos Aires, una beba de 6 meses y otro de diez meses, ambos de la provincia de Buenos Aires. “Los tres casos presentaron clínica compatible y fueron confirmados por serología y detección de genoma viral. En todos se identificó el mismo genotipo y linaje. Los tres niños evolucionaron favorablemente”, informó el Ministerio de Salud de la Nación. Mientras, sigue el trabajo para determinar la fuente de infección, o caso cero.
“Se están investigando otros casos sospechosos y dentro de diez minutos podríamos tener otro caso más”, explica Carla Vizzotti, presidente de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología. Una persona con el virus activo que entra en contacto con quienes no estén vacunados (los bebés menores a un año no pueden ser vacunados) o que tienen problemas de inmunidad. Además, diez de cada cien chicos vacunados no generan anticuerpos contra el virus.
En 1998 fue la última vez que una persona murió por sarampión en la Argentina. Porque el sarampión mata, aunque muchos lo crean inocuo. Y en el 2016 la región de las Américas fue la primera y única que pudo certificar ante organismos internacionales la interrupción de la circulación del sarampión. “En ese contexto, y como todas las demás regiones del mundo poseen una circulación persistente del virus el riesgo de tener casos importados es muy alto. Es por eso que en la Argentina desde el 2000 en adelante tuvimos casos relacionados con la importación, pero que fueron controlados rápidamente. Al no haber casos secundarios de manera sostenida durante doce meses pudimos mantener el estatus de país libre de la enfermedad”, describe Vizzotti.
En el 2010, por ejemplo, hubo un pequeño brote con 17 casos, y las autoridades sanitarias debieron generar acciones intensivas para controlarlo. La circulación del virus pudo ser interrumpida rápidamente. La línea temporal de estos casos tiene relación con brotes en otros lugares del planeta donde el virus sigue siendo endémico y en los que la cantidad de enfermos hizo erupción.
En esta vuelta de enfermedades controladas tienen mucho que ver los grupos antivacunas. En Europa y los Estados Unidos el movimiento que asegura que las vacunas tienen compuestos peligrosos para la salud son numerosos, fuertes, populares. En la Argentina existen, aunque los especialistas dicen que son menos intensos. De todos modos, advierten, nueve de cada diez personas se pueden contagiar de sarampión si no tiene defensas: frente a tal nivel de capacidad de contagio, una niña o niño no vacunados por decisión de sus padres podría ser (además de víctima) fuente de un contagio masivo.
Insolidarios. De acuerdo con el Global Burden of Disease Study (GBD) entre los años 1990 y 2010 se redujeron en más de un 80% las muertes que son prevenibles mediante vacunas. El ejemplo más contundente es el del sarampión: antes de que se implementara el Programa Expandido de Inmunización (EPI), la enfermedad figuraba entre las principales causas de muerte de niños en todo el mundo. Tan sólo en 1990, unas 631.200 personas murieron por sarampión o sus complicaciones. Actualmente, esa cifra bajó a cien mil.
Una investigación de la Journal of American Medical Association (JAMA, la revista de la Asociación Médica de los Estados Unidos) asegura que los brotes comenzaron debido a “individuos que intencionalmente no habían recibido vacunas”. Cuando la cantidad de chicos no vacunados aumenta, el efecto rebaño de protección social se diluye. No vacunar a un chico implica poner en riesgo de contagio a muchos otros. En 2016, Heidi Larson y un grupo de investigadores que trabajan en Londres hallaron que, de 67 países, Francia, Bosnia y Herzegovina, Rusia y Ucrania eran las naciones con mayores porcentajes de personas que cuestionan la seguridad de las vacunas.
Cuando un bebé llega a este mundo es bombardeado por microbios, a los que puede dar batalla gracias a los anticuerpos heredados de su madre. Esta inmunidad dura un cierto tiempo y el niño tiene que desarrollar sus propias defensas para combatir a los invasores que le pueden causar enfermedades. Ahí es donde las vacunas tienen su razón de ser.
Un niño que padeció sarampión tiene una en veinte posibilidades de padecer neumonía. Uno en mil sufrirá una inflamación cerebral que puede derivar en convulsiones y retraso mental, y de uno a dos de entre mil, morirá.
Movimiento local. “En la Argentina la gente no se vacuna por razones múltiples. Una es que, sobre todo las personas adultas, no saben que cuentan con vacunas disponibles para todas las etapas de la vida. Otro es porque tienen dificultades en el acceso al sistema de salud por cuestiones laborales, económicas y sociales. Otro porcentaje es porque no adhieren a la vacunación”, analiza Vizzotti. Y agrega: “La mayoría de las personas confían y adhieren a las vacunas y si no se vacunan es por uno de los dos primeros motivos. Pero sí, hay grupos que están en contra de inmunizarse, algunos viven en comunidad y otros son fundamentalistas y manejan conceptos científicamente falsos”.
Aunque no sean tantos como en otros países, en la Argentina hay grupos antivacunas convencidos. Uno de ellos, por ejemplo, tiene página propia en Facebook: Argentina sin vacunas, con 16.831 personas que han dicho “me gusta” en lo referido al contenido de la página. Dentro hay una petición que se está haciendo a través de Change.org para “derogar la ley de vacunación obligatoria”. Los posteos son una colección de notas que le atribuyen a las vacunas un enorme listado de efectos secundarios graves, o que alertan sobre la acción que toman algunos países para hacer campañas vacunatorias casa por casa. Una nota sirve para graficar la idea que guía al grupo: “Primero vinieron a buscar a los antivacunas”. La conspiranoia en su más pura versión.
Acciones oficiales. Funcionarios de los ministerios de Salud de la Nación, de la ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires, junto a miembros de sociedades científicas y especialistas acaban de consensuar acciones para intensificar la vigilancia del sarampión. Entre otras medidas, se busca fortalecer la vigilancia epidemiológica, intensificar las acciones de vacunación, establecer un mecanismo de rápida clasificación en las guardias de hospitales y centros de salud y mantener el inicio de la campaña de seguimiento de sarampión y rubéola para el mes de octubre.
Este último aspecto es fundamental, teniendo en cuenta que los tres casos actuales se contagiaron en un mismo espacio: el hospital de niños Pedro Elizalde. “Es importante recordar que el sarampión es muy contagioso: contagia cuatro días antes y cuatro días después del comienzo de la erupción. Por eso, cuando una familia consulta a un hospital o centro de salud hay que armar mecanismos para que esperen por horas en una guardia sino que rápidamente se pueda etiquetar al posible enfermo, se le coloque barbijo y que la familia sea atendida en un lugar separado en función de cada institución”, puntualizó en la reunión Ángela Gentile, integrante de la Comisión para la Certificación de la Eliminación de la Circulación Endémica de Sarampión, Rubéola y Síndrome de Rubéola Congénita.
“El personal de salud, la comunidad y las familias tienen que estar alertas frente a niños que tengan fiebre, tos, conjuntivitis, los ojos lagrimosos y sarpullido”, señaló la presidenta de la Comisión Nacional de Inmunización (CONAIN), Mirta Roses.
“Las campañas de seguimiento tienen como objetivo preciso disminuir el número de susceptibles, es decir, niños que no hubieran sido alcanzado por las estrategias regulares o aquellos que pudieran tener un fallo primario de la vacunación que se calcula siempre entre un 5 y un 10 por ciento”, detalla Christian Biscayart, a cargo de la Dirección de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles del Ministerio de Salud. Y asegura que el país cuenta con dosis suficientes de la vacuna y que en la reunión se confirmó el inicio de la campaña de seguimiento de sarampión y rubéola en octubre y noviembre para los niños de 13 meses a 4 años inclusive.