En los tiempos actuales, hablar de los cuidados de la salud deviene en múltiples propuestas, especialmente publicitarias, que en parte responden más a la oferta comercial de productos y servicios que a pensar críticamente en aquellos factores que condicionan y/o exponen nuestra salud a riesgos constantes.
Y cuando de drogas se trata, el aparato social tiende a marcar selectivamente aquellos consumos que desde siempre se han establecido como peligrosos para la vida. Llámense sustancias conocidas como ilegales.
El concepto de peligrosidad de las mismas y, por ende, de los sujetos que hacen uso de ellas, ha dado forma a métodos de control social de suma relevancia, enfocados en considerar a las personas que usan algunas drogas en enfermos o delincuentes
Pero si de salud se trata, el tema es más complejo de cómo se lo mira habitualmente. Vivimos en una carrera vertiginosa por obtener objetos de consumo, permitimos sobreexigencias, a veces explotación laboral en pos de todas las oportunidades que nos permitan acceder a todo lo que se muestra, con gran brillo, como equivalente a una buena vida o a una vida saludable. Y en este agitado andar se incorporan usos y costumbres que no se cuestionan. Es así como no se otorga visibilidad a numerosos consumos que las personas sostenemos y que pueden en numerosos casos provocar sufrimiento.
Desde este lugar es posible pensar que existe un universo de conductas abusivas, que no se encuentran siempre vinculadas a un objeto particular, como puede ser trabajar en exceso, la comida, la tecnología, sustancias legales como el alcohol, la automedicación, las compras. Prácticas que se encuentran naturalizadas en el diario vivir y, que de no advertir su compulsividad cuando esta se presenta, puede llevar a una persona al aislamiento, al deterioro social o corporal al igual que aquellas vinculadas las comúnmente llamadas “drogas”.
Estos conceptos amplios intentan posicionar el tema como un problema social, de responsabilización tanto individual como colectiva que apuntan a no estigmatizar a las personas por sus formas de vincularse al consumo de algunas sustancias, de no ubicar rótulos sobre ellas, sino de establecer prácticas que den cuenta de cómo nos ubicamos como sociedad de cara a estas situaciones.
Como cada 26 de junio, proponemos instalar un Día de Acción Global con el lema “Acompañe, no castigue”. Instar a la No violencia desde todas las instituciones para con las personas y sus familias que sufren alguna situación difícil en relación a consumo de sustancias y por sobre todas las cosas que todos comprendamos que frente a una situación de difícil afrontamiento, cualquiera de nosotros sin distinguir edad, sexo, religión o clase social puede dispararle una conducta compulsiva.