Ya no quedan dudas, no hay niño, joven o adulto que no tenga clarísimo que las redes sociales están cambiando nuestras vidas. Para bien o para mal, dirán unos y otros, lo cierto que es muy difícil sustraerse de ellas en lo cotidiano. Directa o indirectamente, en algún momento del día nos relacionaremos con ellas.
Pero sin dudas quienes tienen un mayor protagonismo en ese mundo virtual son los más jóvenes por ser auténticos “nativos digitales”. Estas herramientas de la comunicación 2.0 marcan el tiempo que les ha tocado vivir, de allí la naturalidad con la que conviven, disfrutan o, como veremos aquí, las padecen.
En la actualidad, Facebook, Snapchat, Twitter, Instagram y Youtubey son parte del mundo adolescente y se podría decir que es una minoría los que se niegan a interactuar en alguna de estas redes.
Esta interacción en las distintas plataformas, por momentos compulsiva (imagen recurrente: padre o madre retando al adolescente que mientras come está chequeando si se perdió algo en los últimos 30 segundos), también tienen su contracara negativa y preocupante: generan trastornos de sueño, ansiedad, depresión e inseguridad.
Así lo admiten los propios usuarios, según da cuenta un estudio realizado a chicos y chicas de 14 a 24 años en el Reino Unido, pero cuyos resultados son fácilmente trasladables a nuestra realidad. Como negativas apuntaron especialmente a Instagram, Snapchat, Facebook y Twitter. Sólo destacaron como positiva la plataforma de videos YouTube.
¿En qué perciben los jóvenes que las redes afectan su salud mental? En cuatro aspectos: la calidad del sueño, el ciberacoso, la imagen corporal, y el sentir que se están perdiendo “algo”
A la hora de explicar el vínculo entre los problemas para dormir y el estar mirando todo el tiempo el celular, algunos investigadores estiman que las luces LED azules de estos dispositivos interfieren con los mecanismos cerebrales que producen la melatonina, es decir la hormona del sueño.
Uno de cada 5 jóvenes admite que se despierta de madrugada para revisar sus mensajes. Esto ocasiona que se sienta hasta 3 veces más cansado en clase que sus compañeros que no chequean ni usan las redes durante la noche
La estrecha ligazón entre la salud mental y el sueño determina que el dormir poco o mal pueda causar depresión y hasta problemas físicos como obesidad, diabetes y presión alta. De ahí que sea fundamental que los adolescentes duerman al menos unas dos horas más que un adulto.
La imagen corporal es un tema por demás sensible, sobre todo en la adolescencia, una etapa especialmente vulnerable al rechazo y al que dirán. Si se contempla que sólo en Facebook se suben por hora 10 millones de fotos, se tendrá una ideal cabal del efecto que ese bombardeo de imágenes puede ocasionar en los más chicos.
Uno de esos efectos es el replanteo de la propia imagen. Muchas adolescentes reconocen que a partir de ese impacto visual desearon cambiar su apariencia y más: recurrir a alguna cirugía plástica para modificar su aspecto.
Respecto del temido ciberacoso, los jóvenes coinciden en que Facebook es el canal más utilizado para este fin. La asociación contra el bullying Deshazte de la etiqueta llegó a la conclusión de que los adolescentes son 2 veces más vulnerables a esta conducta en Facebook que en cualquier otra red social.
Otro de los impactos negativos de las redes es el temor de estarse perdiendo algo (desde un evento social hasta cualquier actividad en la que otros se hayan divertido). Esto explica que la mayoría revise permanentemente sus cuentas para ratificar o desechar su expectativa.
El vaso medio lleno
Ya descriptos los aspectos negativos que los propios chicos reconocen como efecto de su vínculo constante con las redes sociales, vale poner de relieve que estas redes sociales también generan sentimientos positivos en este segmento. Las cinco mencionadas posibilitan que los chicos aumenten su capacidad de expresarse y desarrollen una identidad propia.
Facebook los ayuda a sentirse más apoyados por su entorno y les permite crear y unirse a distintas comunidades. Snapchat es la que más contribuye a mejorar las relaciones con otros “en la vida real” y YouTube “es la más útil para concientizar, combatir la soledad, la depresión y la ansiedad”
Quienes trabajan para que las redes sociales dejen de ser un “salvaje Oeste” en cuanto a la salud y el bienestar mental de los jóvenes, proponen implantar controles y evaluaciones en ese mismo territorio virtual. Por ejemplo, notificaciones que le adviertan al usuario que ya lleva mucho tiempo conectado a una red, avisos de que una foto fue manipulada y anuncios de lugares que ofrecen ayuda cuando una plataforma detecta que alguien pueda tener un problema mental o atravesar una situación delicada que amerite la atención de un especialista.
También es cierto que proteger a los jóvenes de ciertos contenidos nunca será la solución total, ya que lo prioritario sería hacerles entender los riesgos de su comportamiento en el insondable mundo de internet y cómo deberían reaccionar ante aquellos contenidos dañinos o peligrosos.
En este acompañamiento es clave el rol de los adultos. Hablar del tema con los más chicos, escucharlos y establecer límites en cuanto al uso de las redes, sin apelar a la amenaza o el castigo sino desde la valoración del disfrute y la salud, puede dar un contexto de seguridad indispensable para el sector más sensible a los efectos negativos de estas formas de comunicación tan atractivas como invasivas.