En nuestra rutina diaria siempre hay que estar atentos a algunas señales que pueden indicar que faltan proteínas en la alimentación. Por ejemplo, llegar a casa después del trabajo con poca energía, sentir un constante fastidio en los músculos, o pérdida del pelo son algunas de ellas.
Como para comprender mejor su funcionamiento, resulta importante conocer que las proteínas son moléculas formadas por aminoácidos que están unidos por un tipo de enlaces conocidos como enlaces peptídicos.
El orden y la disposición de los aminoácidos dependen del código genético de cada persona. Lo cierto es que las proteínas suponen, aproximadamente, la mitad del peso de los tejidos del organismo, y están presentes en todas las células del cuerpo, además de participar en prácticamente todos los procesos biológicos que se producen.
Son esenciales para el crecimiento, gracias a su contenido de nitrógeno, que no está presente en otras moléculas como grasas o hidratos de carbono
También lo son para las síntesis y mantenimiento de diversos tejidos o componentes del cuerpo, como los jugos gástricos, la hemoglobina, las vitaminas, las hormonas y las enzimas (estas últimas actúan como catalizadores biológicos haciendo que aumente la velocidad a la que se producen las reacciones químicas del metabolismo).
Asimismo, ayudan a transportar determinados gases a través de la sangre, como el oxígeno y el dióxido de carbono, y funcionan como amortiguadores para mantener el equilibrio ácido-base y la presión oncótica del plasma.
Otras funciones más específicas son, por ejemplo, las de los anticuerpos: un tipo de proteínas que actúan como defensa natural frente a posibles infecciones o agentes externos; y el colágeno, cuya función de resistencia lo hace imprescindible en los tejidos de sostén o la miosina y la actina, entre muchas otras.
Otra verdad que hay que conocer es que las proteínas son muy importantes en la dieta. Los aminoácidos que las forman pueden ser esenciales o no esenciales. En el caso de los primeros, no los puede producir el cuerpo por sí mismo, por lo que tienen que adquirirse a través de la alimentación.
Son especialmente necesarios en personas que se encuentran en edad de crecimiento como niños y adolescentes y también en mujeres embarazadas, ya que hacen posible la producción de células nuevas.
Los aminoácidos claves están presentes, sobre todo, en alimentos de origen animal como la carne, el pescado, los huevos y la leche. Y en menor proporción, en alimentos vegetales, como la soja, las legumbres y los cereales
Alertas para tener en cuenta
Existe una serie de señales que puede estar relacionada con un deficiente consumo de proteínas. Lo más común es que las personas consuman proteínas en exceso, por eso es crucial cuidarse de ingerir demasiadas proteínas. Pero las dietas muy bajas en calorías o muy mal balanceadas pueden acarrear un déficit proteico.
Si nuestro organismo no obtiene la cantidad de proteínas que necesita, empezará a lanzarnos las siguientes señales de alerta:
- La fatiga excesiva o crónica es la primera señal de la falta de proteínas. Ya que la deficiencia de este compuesto se deriva directamente de una dieta de bajo contenido calórico, el organismo no cuenta con la energía suficiente para cumplir con las tareas rutinarias.
Hay un mínimo necesario de proteínas que debemos de consumir cada día para que el cuerpo funcione de manera adecuada. Usualmente los especialistas recomiendan comer entre 0,7 y 0,8 gramos de proteína por kilo de peso. En ese sentido, un hombre de 80 kilos, debería consumir 64 gramos de proteína al día.
De media, se considera que los hombres deben consumir 55 gramos, y las mujeres 45, cada día. Sin embargo depende de la actividad física de la persona o si está en etapa de crecimiento, la cantidad necesaria de proteína puede ser mayor.
- Debilidad del cabello y la piel. Un segundo aviso de la falta de proteína en el organismo es la caída o la debilidad del cabello. Las proteínas mantienen el cabello sano y en su fase de crecimiento. Ya que el pelo, y los folículos que los sostienen, están hechos de proteínas, la falta de estas moléculas los debilita.
Esta es una de las razones por las que las personas que están realizando dietas bajas en proteínas a veces ven que su cabello crece lentamente. Además, las dietas extremadamente bajas en proteínas pueden causar pérdida de cabello.
Así como el cabello, las uñas e incluso la piel dependen de las proteínas para regenerarse. La piel está formada por tres tipos de proteínas: el colágeno, la elastina y la keratina. Niveles bajos de esta proteína causan arrugas y debilitamiento de la piel.
- Pérdida de masa muscular. Un tercer síntoma está relacionado con los músculos. La insuficiencia de proteínas disminuye la masa muscular y por tanto nos impedirá realizar actividades físicas que antes podíamos hacer sin mayor esfuerzo.
Estas alteraciones musculares, en un nivel muy avanzado, pueden originar los molestos calambres.
El tipo de proteínas que comemos también parece jugar un papel en evitar la pérdida muscular. Esto es importante, por ejemplo, en el caso de las personas mayores, que tienden a perder masa muscular con la edad. Las proteínas que consumimos contienen muchos tipos de aminoácidos. De hecho, se ha demostrado que el aminoácido leucina preserva la masa muscular.
La leucina se encuentra en mayor medida en comidas procedentes de animales, como la carne, el cordero, el cerdo, el pollo, el pescado, los huevos o los productos lácteos. También se encuentra en la soja y, en menor medida, en frutos secos y semillas.
- Enfermar con frecuencia. Una cuarta señal que alerta sobre la falta de proteínas es la frecuencia con la cual nos enfermamos. Es imposible que el sistema inmunológico funcione sin proteínas. Los anticuerpos son en sí mismos una estructura proteica. De hecho, una de las funciones principales de las proteínas es apoyar al sistema inmunológico.
La insuficiencia de proteínas en la dieta nos expone con mayor facilidad a infecciones y resfriados.
- Gases y estreñimiento. Y finalmente se asocia también con problemas digestivos. Para una correcta digestión los aminoácidos son fundamentales y sus niveles son directamente proporcionales a nuestro consumo de proteínas.